¡Clap, clap!
He descubierto el motivo por el cual me dedico al arte visual y no a la música, siendo que ambas artes me llaman la atención por igual.
De niña nunca me imaginé siendo pintora a pesar de que mi círculo de conocidos estaba enterado de mi aparente talento infantil para "dibujar", cosa que me recordaban, fastidiosamente, todo el tiempo.
Yo quería ser pianista. ¡Papá, quiero un piano!
Tenía dedos para el piano, pero mi callo eterno que está donde apoyo el lápiz se impuso más.
Al pasar el tiempo quise tener una profesión que me diera dinero. Pero ya a los 14 años, dentro de la pérdida de interés en el dinero -en parte por el evidente fracaso escolar- quise dedicarme a la música y me interesé en el bajo eléctrico. Luego añadí el violonchelo.
Todo eso lo dejé a un lado y lo recuerdo en lo simbólico del acto de vender mi bajo para comprar una cámara réflex.
La música consiste generalmente en la ejecución de instrumentos. La ejecución debe ser perfecta, pues si se cometen errores estos no se pueden corregir (el oído ya absorbió el error). ¡No se puede tomar una goma y borrar una desafinación! Le temo al error, pero al mismo tiempo trabajo con él.
Sí, el error es parte de mi arte. En la pintura (óleo, photoshop) y en el dibujo puedo arreglar todo lo que quiera.
¡Mi proceso artístico es una seguidilla de errores y correciones!
Siempre tengo que comenzar con algo mal hecho para luego corregirlo.
(Por cierto, esto también es un obstáculo para hacer el limpio trazo característico de los caricaturistas, así que ese tipo de dibujo no me llama la atención).
La pintura y el dibujo se adaptan a mis obstáculos. Es lo que puedo hacer hasta que salte el muro del miedo.